Me levanto en la fría mañana de un
día de agosto, mis manos están congeladas, las caliento con un
tibio té. Estoy lista para mi viaje. Cuando alisto las cosas, me doy
cuenta que hay una carta cerca de la puerta de mi casa, la tomo, la
giro y veo que realmente era una postal, con un simple dibujo del mar
y en el unos barcos, nubes y una personita cayendo. La guardo
rápidamente en mi mochila y salgo de mi casa, mi vieja casa. Camino
por piedras negras, mojadas por el mar, me acerco lentamente al bote
que me llevará a mi nueva casa en otro lugar, me subo en el, tomo
los remos y voy.
Llega la noche, y la luna me ilumina, me recuesto con mi mochila como almohada, para dormir contando estrellas, pero al hacer eso no me doy cuenta y suelto los remos, estos se caen al mar, y yo, al intento de alcanzarlos, también. Caigo por el mar, veo peces y siento que ya no respiro mas. Mientras voy cayendo, el mar se va aclareciendo y convirtiendo en cielo.
Miro al frente, siento que alguien me observa, busco esa mirada y encuentro unos ojos conocidos, tan conocidos que encuentro que son como los mios.
Llega la noche, y la luna me ilumina, me recuesto con mi mochila como almohada, para dormir contando estrellas, pero al hacer eso no me doy cuenta y suelto los remos, estos se caen al mar, y yo, al intento de alcanzarlos, también. Caigo por el mar, veo peces y siento que ya no respiro mas. Mientras voy cayendo, el mar se va aclareciendo y convirtiendo en cielo.
Miro al frente, siento que alguien me observa, busco esa mirada y encuentro unos ojos conocidos, tan conocidos que encuentro que son como los mios.
Luego me doy cuenta, que sí, realmente
soy yo, que estoy atrapada y soy yo esa personita cayendo en la
postal que está en el bolsillo de mi mochila.
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